Eduardo Valenzuela: “Pocas veces nos preguntamos por la relevancia social de lo que hacemos”
El profesor titular del Instituto de Sociología y exdecano de la Facultad de Ciencias Sociales recibió el premio Abdón Cifuentes 2022. Este reconocimiento se entrega desde hace nueve años a profesores y profesoras que, en el marco de su trayectoria académica, han logrado un impacto positivo y directo en la sociedad.
El valioso aporte que ha hecho a la comprensión de los fenómenos sociales y sus implicancias públicas. Ese fue uno de los méritos del profesor titular del Instituto de Sociología UC, Eduardo Valenzuela, que destacó el jurado del Premio Abdón Cifuentes al adjudicarle este reconocimiento, creado en 2013 para relevar a aquellos docentes que han orientado la docencia e investigación al servicio del país.
Exdecano de las Facultad de Ciencias Sociales e investigador multifacético, el currículum académico de Eduardo Valenzuela es extenso. Comenzó su carrera como sociólogo en el centro de estudios SUR, antes de partir a Francia en 1986 para estudiar en la prestigiosa École des Hautes Études en Sciences Sociales. De regreso en Chile, se integró en la década de los 90 al cuerpo académico del entonces Programa de Sociología UC. En 1996 asumió como director del Instituto de Sociología, cargó que ocupó por 17 años, para luego convertirse en decano de la Facultad de Ciencias Sociales. Hoy es director de Humanitas, revista de antropología y cultura cristiana de la UC, e investigador principal del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR).
Sus contribuciones son innumerables. Ha sido miembro e impulsor de diversas iniciativas de nuestro plantel que aportan directamente al país: Centro de Estudios en Justicia, Centro CUIDA, Centro de Estudios en Envejecimiento, Fundación Conecta Mayor, Encuesta Bicentenario, entre otros. En su aporte directo a lo público, su contribución más importante ha sido en el estudio del consumo de drogas en la población chilena. Entre 2001 y 2010 fue asesor de estudios de la Secretaría Ejecutiva del Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (CONACE) y responsable de las encuestas nacionales de drogas en población general y en población escolar, que se realizan año a año.
“Todo eso lo creamos y lo echamos a andar nosotros desde acá, diseñando estas encuestas y proporcionando tanto los criterios de implementación, como de análisis”, dice Valenzuela. Y agrega:
“Estas encuestas son un ejemplo de un esfuerzo sistemático por levantar información significativa que oriente política pública. Sin buena información, no hay política pública que pueda sostenerse o justificarse. Por eso es un éxito conseguir que el Estado, más allá de los gobiernos de turno, mida sistemáticamente un problema social”.
-¿Falta buena información para orientar las políticas públicas en Chile?
“Hay déficit. A este país le falta mucha y buena estadística social. En áreas económicas como empleo o presupuesto familiar es frecuente encontrar mediciones, pero en áreas sociales hay poco. Desde la UC hemos cooperado en temas críticos como drogas, victimización escolar, adversidades en la niñez, violencia intrafamiliar. Pero de todas maneras es un país que necesita esfuerzos sistemáticos. Yo lamento que en los últimos años la evidencia para soportar y construir políticas públicas haya perdido terreno. En algún minuto logramos que se introdujera esta idea fundamental: hacer políticas públicas basadas en evidencia, con el objeto de invertir recursos públicos donde realmente pudiéramos tener mejores rendimientos. Hay que volver a reponer esa mirada de que la evidencia es importante. No es una desviación tecnocrática ni nada parecido, sino una exigencia que viene de la racionalidad en el uso de los recursos públicos”.
-Otro tema que usted ha investigado sistemáticamente es la cohesión social. ¿Por qué es importante y cómo podemos alcanzarla?
“Generalmente, la cohesión social se piensa como resultado de otras cosas. Por ejemplo: va a haber cohesión cuando haya desarrollo y bienestar, o cuando mejoremos la distribución del ingreso y las condiciones de equidad, o cuando exista una democracia consolidada. Y es cierto, los países desarrollados, que tienen mayor bienestar social y que son más equitativos, efectivamente son más cohesivos. Pero pocas veces se piensa que esas cosas -el bienestar, la equidad social y la democracia- dependen de que haya cohesión. No son el resultado, sino que la cohesión es necesaria para producir más bienestar y desarrollo. Un país donde todos desconfían de todos, bloquea muchas de sus oportunidades de desarrollo. Un país donde no hay solidaridad de los que tienen con los que no tienen, no mejora nunca su distribución del ingreso, porque la gente no está dispuesta a hacer un esfuerzo por los demás. Un país donde la gente no confía en sus instituciones políticas, no tiene una democracia sana. Nuestro diagnóstico es que buena parte de los problemas que tenemos para escalar nuestro nivel de desarrollo arrancan de que hemos perdido mucha cohesión social”.
-El jurado destacó su servicio a la Iglesia, especialmente haber ejercido como presidente de la comisión de la UC para el Análisis de la Crisis de la Iglesia en Chile. ¿Qué propuestas surgieron de esa comisión?
“Más que propuestas específicas, hay dos principios que son indispensables. El primero es conocer toda la verdad respecto de lo que ha sucedido. Develar lo que sucedió, la magnitud de los abusos que se cometieron y las limitaciones que tuvo la respuesta de la Iglesia. Lo segundo es reconciliarse con las víctimas. Es un deber de las iglesias reconocer a las víctimas, repararlas en todo lo que sea necesario, e incluso incorporarlas al proceso de prevención y control. Eso implica un diálogo muy abierto, franco y generoso con personas que han sufrido, muchas de las cuales le guardan un rencor enorme a la Iglesia”.
“Recomendamos, entonces, una disposición amplia y profunda hacia el conocimiento de la verdad, y una disposición igualmente amplia y profunda hacia la reconciliación con las víctimas. Mientras esas dos cosas no se consigan cabalmente, la crisis sigue larvada, la herida sigue abierta y supura cada cierto rato. Y esta crisis se alarga, se profundiza y tiene, a nuestro juicio, consecuencias cada vez más dañinas para el futuro de la Iglesia”.
-¿Qué significa para usted recibir el premio Abdón Cifuentes?
“Es una alegría enorme porque es un reconocimiento al servicio, al compromiso público. Es un bonito premio para alguien que trata de servir a su país y proyectar su vida académica más allá del espacio universitario. Celebro que hace nueve años se haya creado este reconocimiento, porque da una señal muy poderosa a la universidad respecto de la importancia que significa colocar la actividad académica al servicio de los demás. Pocas veces los académicos nos hacemos esa pregunta: ¿Qué relevancia social tiene lo que yo hago? ¿En qué medida el conocimiento que yo acumulo, que yo he ganado, o que yo he producido incluso, le sirve a otros? Pienso que las universidades estamos obligadas a que nuestros académicos se hagan esa pregunta”.